lunes, 18 de junio de 2007

Capítulo 9: Sin dejar de intentar

Doña Titina se recuperó gracias a las chicas del 112, por algo tenían ese nombre... Para cualquier emergencia, siempre en guardia. El bolso de Elena estaba mejor provisto que cualquier botiquín de ambulancia. Las sales hicieron su efecto y la madre de Álvaro volvió en sí.
- Mamá, ¿estás bien?
-Sí, hijo. No sé qué me ha pasado... He tenido una pesadilla horrible en la que me decías que estabas enamorado de tu secretaria, ¿te imaginas el bochorno?
-No ha sido una pesadilla, mamá. Estoy loco por Beatriz, pero la perdí por no saber demostrar lo mucho que la amo.
-Pero, hijo... ¡¡¡Beatriz!!!!
-Bueno, y ¿qué tiene de malo Beatriz, si se puede saber? -le contestó Jimena.
-Miré usted, señora, que yo no ma rrepentió nunca de ejercer de buena samaritana con nadie -comentó Elena.- Y va usted a tener el honor de ser la primera...
-Bea es un "alma cándida", ¿no, Elenilla? -comentó Benito.
-Así se habla mi Beni -comentó la propia Elena.
-Bea es un ángel -siguió Marga.- No pudiera desear una madre una mujer mejor para su hijo.
-Está visto que aquí estoy en minoría -dijo Titina, reincorporándose.- No dudo de la bondad de Bea y de sus muchas cualidades como esposa, pero no es lo bastante buena para mi Álvaro.
-No, mamá, te equivocas. Soy yo quién no la merezco. Tal vez por eso la perdí.
-¡Ay, por Dios, si está más pillaico que la cuenta de la Barbie a final de mes! -suspiró Elena.

Una vez la señora se recuperó, las chicas decidieron retirarse porque no podían responder de sus buenos modales si esa señora seguía cargando contra Bea.
Todas se quedaron tremendamente asombradas de la repentina declaración de su exjefe.
- Ya os dije que aquí había gato encerrao -repitió Elena.
-Sí, hija, sí -le siguió Jimena-, pero quién iba a imaginarse que el Divino del Jefe pondría sus ojos en Bea... ¡Y no lo digo porque Bea no lo merezca, sino por los antecedentes del propio Álvaro.
-Entonces, ¿creéis que ese anillo que luce Bea es de Álvaro? -conjeturó Marga.
-No, no, no... Acuérdate que ha dicho que la ha perdió -les recordó Elena.- Debe haber otro por ahí que está loquito por los huesos de nuestra Bea.
-¡¡¡Vaya con el sexappeal de las secretarias!!! - se rió Benito.- No, si va a resultar que yo me equivoque de profesión... Las secretarias no pueden ser becarias, ¿no?
-¡Ay, Benito! ¡No des tanta murga y concéntrate, que ahora estamos en otra cosa! -le pidió Jimena.- ¿Quién será el misterioso pretendiente de nuestra Bea?
-Esto requiere un 112 mañana a primera hora para investigar los posibles candidatos al corazón de Bea -sugirió Chusa.
-Yo creo que es Gonzalo -dijo Benito con convicción.
-¿Gonzalo? -repitió Marga.- ¿Gonzalo De Soto? ¡¡¡Esa sí que sería buena!!!
-Acor... Acordaros, chicas, que los vi en el parking cogiéndose de la manita -siguió Benito.
-Benito, eso es un imposible. Gonzalo es un picaflo y lo será toa la vida. No lo puede evita, lo lleva ahí incrustao en el adn -señaló Elena.

A la mañana siguiente, Álvaro llegó a la revista a primera hora. Subió a su despacho e intentó imprimir algo por primera vez en su vida. Era algo en lo que había estado trabajando toda la noche, después de la larga discusión que tuvo con su madre sobre la inconveniencia de su amor por Bea.
Ahora necesitaba la colaboración de una persona importante en esta revista. Se acercó al despacho de Cayetana, no sin miedo, pero sabía que debía encontrar las palabras adecuadas para convencerla de algo que, estaba seguro, iba contra todo lo que ella había esperado de él.
A pesar de que ya no eran pareja, a pesar de los continuos enfrentamientos por Diego, por Bea, por la dirección que tomaba Bulevar, Álvaro sabía que Cayetana guardaba la secreta esperanza de recuperarlo. Sólo él sabía con claridad cristalina que eso no era ya posible.
Y, probablemente, con lo que estaba a punto de hacer, a ella tampoco le quedaría ya la menor duda.
-Cayetana -llamó antes de entrar.
-Pasa -le pidió ella, que acababa de llegar.- Hoy has madrugado.
-Tenía cosas pendientes.
-Voy a bajar a desayunar, ¿me acompañas? -le sugirió utilizando ese tono de voz que él tan bien reconocía.
-No, Caye, en realidad, voy algo pillado de tiempo. Necesito que me hagas un favor enorme.
-¿Qué clase de favor?
- No del que estás pensando, Caye -dijo, retirándose de ella.- Tú y yo ya no funcionamos en ese plan.
-Será porque tu no quieres, Álvaro -le contestó acercándose de nuevo..
-¡Exacto! ¡No quiero! -contestó tajante, a la vez que la forzaba a separarse de él.- Y ésta es la razón.

Álvaro utilizó como barrera la carpeta que contenía el artículo en el que había estado trabajando toda la noche. Un artículo que escribió a pesar de sí mismo, a pesar de que lo más largo que había escrito en su vida cabía en un sello de correos.
Descubrió aquella noche para su sorpresa, que la pluma vuela cuando escribes con el corazón.
Ya había escrito a Beatriz antes, en la agenda que ella misma le regaló. Pero la desesperación de saberla perdida, el dolor insoportable de no recibir cada mañana el regalo de sus sonrisas, la lastimosa manera en todo terminó entre ellos... Todo eso era más alentador para él, para que sus sentimientos fluyesen, que cualquier curso de escritura creativa que hubiese podido seguir.
Cayetana abrió la carpeta y sólo ver la foto ya la puso de mal humor. No iba a tenerlo fácil, Cayetana no iba a ponérselo fácil.
He aquí lo que Cayetana descubrió dentro de la misteriosa carpeta.



No hay comentarios: