miércoles, 27 de junio de 2007

Capitulo 20: Beatriz y los cuerpos celestes

Bea no sabía muy bien qué decir. La actitud de Gonzalo de un tiempo a esta parte había cambiado tanto que no estaba segura de nada. Tal vez sólo eran imaginaciones suyas, nada más.
Bea había perdido el contacto con la realidad durante un segundo, así que Gonzalo se vio obligado a preguntar de nuevo.
-¿Crees que no tengo claro lo que siento por tí? -repitió un par de veces antes de conseguir una respuesta.
-No lo sé, Gonza, no estoy segura.
-Bea...triz -se corrigió.- Eso es algo que tengo absolutamente controlado.
-¿Controlado? ¿Qué quieres decir? -se asustó Bea.- ¿Es que hay algo que controlar?

Al verla tan nerviosa, supo cuál sería su reacción. Su preocupación por él, por lo que pudiera sentir, era absoluta, completa e indisimuladamente sincera, así que... Eligió con cuidado las palabras que debía decir.
-Bea -la llamó para que le prestase atención.- Bea, mírame.
-Gonzalo... -fue a quejarse.
-Necesito que me des tu mano y me escuches un segundo, ¿vale?
-¡Ay, por favor! ¡Gonzalo, no me hagas esto!
-No es lo que piensas, Triz -le dijo, tomándola de la barbilla para obligarla a mirarle.- No seas tonta y dame la mano, por favor.

Beatriz extendió su mano, la mano en la que llevaba la alianza de compromiso, y la puso sobre la de Gonzalo.
-¿Recuerdas qué es eso que llevas en el dedo?
-¡Gonzalo!
-Contesta, Bea. No te estoy preguntando de física cuántica, que seguro que sabes un rato...
-Es mi anillo de compromiso -repitió como una cantinela.
-¿Y te acuerdas lo que grabamos en él? -siguió Gonzalo, esperando que Bea no se resistiese.
-¡¡¡Claro que lo recuerdo, Gonzalo!!! -exclamó.- Estábamos juntos, ¿recuerdas?
-Quítate el anillo y mira la inscripción.
-No lo necesito, Gon, ya sé lo que pone.
-Ya sé que lo sabes. ¡¡¡Dios, Bea, hoy estás imposible!!!
-De acuerdo -dijo, quitándose la alianza y mostrándola a la luz.- Te seguiré el juego un rato.

La luz que adornaba la mesa incidió sobre el oro blanco haciéndolo brillar con un destello primero para después liberar el mensaje que guardaba el anillo.

Alvaro + Bea x siempre

Gonzalo guardó silencio unos segundos antes de proseguir. Bea lo miraba fijamente, intuyendo que algo importante estaba por llegar.
-Esa inscripción, Triz, resume lo que Álvaro siente por tí, lo que los dos sentís por el otro y eso te hace más inalcanzable para mi que si estuvieras en el planeta más alejado del sistema solar -dijo, y al notar el carácter serio de la conversación se decidió a bromear.- ... que por si te interesa saberlo es Saturno, ¿no?
-Plutón, Gonza, Plutón -dijo, sabiendo que él solo trataba de relajar la tensión que se había creado.
Él le sonrió picaronamente y retomó el tema.
-Lo que intento decir, Beatriz, sin ese don de palabra que suele caracterizarme... Es sencillamente que, si estuviese enamorado de tí (que no es el caso) y aunque no amarás a Álvaro como sé que lo amas (que tampoco es el caso) lo que Álvaro siente por tí, me haría tragarme ese amor de una sola vez y digerirlo o aprender a convivir con él pero sin llegar a expresarlo jamás.

Bea se lo quedó mirando durante largo rato por lo que él dedujo que no había entendido ni una sola palabra.
-Beatriz, si puedes oírme, parpadea una vez. Si estás catatónica, parpadea dos -bromeó.
-Gonzalo, eso es...
-Un galimatías, lo sé. No estoy muy lúcido esta noche.
-¡No, no! Es la declaración de amistad más hermosa que he oído nunca y espero que Álvaro sepa apreciarte en la justa medida.
-Eso es lo único que yo espero de ti, Beatriz, amistad. Quiero ser el mejor amigo de la novia de mi mejor amigo -dijo, dándose cuenta al segundo de lo que acaba de decir.
-Ha sonado como un trabalenguas -bromeó Bea.
- ¡Joder! Está demostrado que tienes un efecto devastador en mi capacidad expresiva. Esta noche, soy un desastre, Triz

Beatriz se acercó a él y le dio un sonoro beso en la cara.
-¿Y eso por qué esta vez?
-Por ser un desastre, pero un desastre encantador.
-Gracias.
-De nada, amigo.

Gonzalo dejó a Beatriz en la puerta del hotel y, antes de despedirse, Bea le preguntó:
-¿Tienes algo pensado para mañana?
-Aún no -admitió -, déjame que lo consulte con la almohada y ya te diré algo.
-Podríamos quedar para desayunar en el hotel, ¿te parece?-le sugirió ella.
-De acuerdo.
-Ocho y media.
-Triz, no castigues tanto, hija. Compasión por las horas de sueño de un hombre.
-¡¡¡Cómo si fuese la primera vez que trasnochas un dia laboral!!! Si te habré visto repetir veces el traje del día anterior...
Gonzalo sonrió.
-¿A las nueve te va bien? -le preguntó ella de nuevo.
-Me iría mejor a las once, pero.. ¡¡¡A las nueve!!!
-Buenas noches, señor De Soto -dijo, devolviéndole el casco con una sonrisa.
-Buenas noches, señorita Pérez Pinzón.

Y Gonzalo se marchó a casa en la moto.

Mientras subía a su habitación, recordó esa noche a la que había vuelto tantas noches antes mientras trataba de dormir. Una noche que la sorprendió tanto, que casi estaba a la altura de las otras dos noches más importantes de su vida: su primera vez y la noche del cobertizo.
Sin embargo, en esta última, la sorprendió no la pasión o los sentimientos, sino la capacidad de otro ser humano para escuchar y hacerse escuchar.
>> Era cierto que Gonzalo la perseguía día y noche, que apenas la dejaba moverse con libertad, con la excusa de hacerle entender lo mucho que sufría su amigo.
Pero ella se negó a escucharlo. No quería saber del dolor de Álvaro, no quería tener que escuchar lo mucho que sufría por la marcha de Beatriz, porque él, el ser al que se había entregado por completo sin condiciones ni restricciones y en todos los sentidos, era el principal causante de su marcha.
Pero Álvaro sabía elegir a sus embajadores y, aunque la suya fuese una causa perdida, este embajador se había curtido en mil batallas antes.
Los años de mentiras continuadas, encubrimientos, planes secretos y no tan secretos a los que sometían a Cayetana de la Vega hacían de Gonzalo un oponente a tener en cuenta.<<>> Esa noche cambió muchas cosas para los dos, se dijo a sí mismo mientras se tomaba lo último que aún quedaba en el cartón de leche.

Tanto Gonzalo como Bea parecían estar reflexionando sobre el mismo asunto. La noche de su última encerrona a Bea. O lo que ellos solían llamar "La noche que nunca tuvimos".

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