¡No pierdas la cabeza, Beatriz!, le gritaba su cerebro.
¡Ni se te ocurra dejar de besarlo!, le decía su cuerpo.
¿Me volverá a hacer daño?, se preguntaba su corazón...
Bea estaba a punto de volverse loca. Con Álvaro allí, besándola, tocándola y todas esas voces luchando en su interior. Tenía que terminar con esto, pero... ¡¡¡¡No podía!!!
Ya que todo su ser se había revelado, el destino decidió echarle una mano y alguien intentó abrir la puerta desde fuera, clavando el pomo de la puerta en la espalda de Álvaro, que ni por esas se resistió a dejarla ir. Entonces, se oyó la voz de Cayetana llamar a Álvaro y ésta empujó con más fuerza. Separando a los dos y devolviéndolos a la realidad, no sin antes, darle tiempo a observar la escena. Con semejante triángulo en el despacho, nadie se atrevía a hablar.
-Lo siento, Álvaro, no sabía que estabas... -dijo, tratando de encontrar una palabra adecuada.-... ocupado.
Bea no dijo nada. Simplemente, se tocó los labios de nuevo, como reviviendo aquel beso y dedicó a Álvaro una mirada un tanto confusa. Después se hizo hueco entre Cayetana y la puerta y salió.
-¡Bea! -gritó Álvaro.
Pero no pudo seguirla como hubiese sido su intención. Cayetana lo retuvo. Había elegido un mal momento para entrar en el despacho y ahora quería una explicación.
-¿Qué es todo esto, Álvaro?
-Tengo que buscar a Bea, Caye, ahora no tengo tiempo...
-No -dijo, tomándolo fuertemente por el brazo.- ¡Es ahora!
-Es que no entiendo que quieres.
-Quiero que me expliques lo que acabo de presenciar.
-Es un beso, Caye, un beso por el que he rogado durante meses y tú acabas de estropearlo.
-Pero lo de tu secretaria....-dijo, sin creer lo que había visto.- ¿era real? Quiero decir, no se trataba de otra payasada tuya y de Gonzalo para engatusar a la fea.
-¡No vuelvas a llamarla así! -le gritó.
-¿En serio te has enamorado de Beatriz?
-Hasta la médula, hasta los huesos, cada poro de mi cuerpo, cada pelo de mi cabeza, cada vez que respiro... Necesito encontrarla o irá a buscar a Gonzalo y cometerá una tontería....
-¿A Gonzalo? -repitió Caye, cada vez más perdida.
-¡Mira, Caye, no tengo tiempo así que te doy la versión abreviada! Gonzalo y Bea están prometidos y si no hago algo rápido, estarán casados.
Beatriz apenas logró llegar a la puerta de Bulevar porque las chicas, que lo habían estado escuchando todo, se morían por preguntar.
-¿Cómo es eso de que te vas a casar con Gonzalo? -le preguntó directamente Chusa.
-¿Por eso se han peleado los dos gallos de Bulevar, porque están enamorados de la misma gallina y no hay sitio en el corral? -preguntó Marga.
-¡Mare mía, mare mía! -exclamó Benito.- Te doy mi sueldo de este mes si me dices que vas a hacer.
-¡Chicas... Y Benito! ¡Ahora no, ¿vale?! -se quejó Bea.- ¡Ahora no!
Y salió de Bulevar.
Necesitaba pensar. No, necesitaba no pensar. No, en realidad, no sabía qué necesitaba. Empezó a caminar y deseó poder llamar a Santi para que la aconsejase. Pero no podía. Santi siempre había estado de parte de Álvaro, incluso cuando parecía odiarlo, siempre defendió que había podido enamorarse de ella en mitad de todo ese juego.
Su padre, ni pensarlo. Carmelo no podía ser imparcial con respecto a Álvaro, el hombre que tanto daño había hecho a su niña. Además, ahora estaba feliz como una perdiz al lado de Carol y ella no quería estropearle el momento.
Las chicas del 112 estaban demasiado sorprendidas para poder ayudar, tendría que dar mil explicaciones y contestar a preguntas para las que ni siquiera ella tenía respuesta.
Su única opción se reducía a alguien de quien había llegado a depender sin apenas darse cuenta. Gonzalo.
Jamás lo hubiese pensado, pero Gonzalo era un persona en la que se podía confiar si uno se tomaba la molestia de conocerlo, aceptarlo tal y como era y él estaba dispuesto. Y para ella, Gonza siempre había estado dispuesto. Fue a buscarlo a su piso, aunque prometió no poner un pie en él hasta que hicieran de ella una mujer decente, pero... Situaciones extremas exigían decisiones extremas.
Cogió un taxi y buscó la dirección en su agenda.
Mientras tanto, Álvaro trataba de lidiar con Cayetana, que no parecía haberse tomado muy bien la noticia de su enamoramiento. ¿Por qué todo el mundo se sorprendía tanto?
-¡¡¡Enamorado de la fea!!! ¡¡¡¡Álvaro, por amor de Dios!!!
-¡Te-he-dicho-que-dejes-de-llamarla-así! Amo a Beatriz, la amo, Caye y no me importa lo que diga nadie, ni lo que piensen, ni si le parece bien o mal. Yo sólo quiero que Bea me perdone. Y voy a conseguirlo, así tenga que entregarle Bulevar en bandeja de plata.
-¡Tú estás loco, Álvaro, loco! ¡¡¡¡Y Gonzalo, no digamos!!!! Pero ¿qué demonios ha hecho esa insulsa y repelente secretariucha de tres al cuarto para engatusaros a los dos y engañaros como a chinos?
-Si necesito explicártelo, Caye, es que nunca has estado enamorada. Ya he perdido un tiempo precioso contigo, así que si me disculpas, voy a recuperar al amor de mi vida y, si puedo, salvar la amistad con mi hermano de sangre.
Álvaro corrió escaleras abajo y en el camino se tropezó con Richard, dejando caer su abanico color rojo carruaje.
-¡Niño! ¡Osú, qué prisas! ¡Alá, palante, ni perdón, ni ná!
Cayetana salió en ese momento con cara de susto del despacho de Álvaro.
-¡Caye, hija, qué ta pasao! ¡Que vistes un fantasma o es que Bárbara ta vuelto a sisar de la tarjeta!
-¡Álvaro acaba de decirme que va a recuperar al amor de su vida!
-Entonces, ¿lo de Beatriz?
-Completamente cierto.
-¡No puede ser! ¡Eso es imposible! Él que siempre ha tenio tanto gusto pa elegir a las mujeres -dijo, al tiempo que Caye le lanzaba una mirada furibunda- Y, perdóname, Caye, pero es verdad. La Olsen, la Modigliani, Yuma,... ¿Y ahora Beatriz?
-Pues siéntate -le dijo a Richard, obligándolo a sentarse en la silla de Santi-, porque, cuando te diga esto, tal vez te quedes tan blanco como yo.
-A ver, qué ha hecho ahora Bárbara.
-No, es Bárbara. Es Gonzalo. Al parecer, le ha pedido a Bea que se case con ella.
-¡¡¡¡¡QUÉ!!!! -gritó Richard, con todas sus fuerzas.- Eso no puede ser.
-¡Es! Con anillo y todo. Acerté a vislumbrar algo cuando los pillé besándose en el despacho y no es nada barato.
-¿Gonzalito y Bea en el despacho de Álvaro?
-No. Álvaro y Bea en el despacho, besándose y el anillo de Gonzalo en su dedo.
-Creo que voy a necesitá un croqui pa to esto, Caye, porque no sé si Gonzalo le ha pedido a Álvaro que se case con el y te ha besado en el despacho, o soy yo el que se casa contigo y me beso con Al despacho.
-A ver, Richard, Gonza y Bea están prometidos. He visto el anillo. Y Álvaro está intentando recuperarla, por eso el editorial y el penar por las esquinas de Bulevar.
-¡¡¡Vaya con la fea!!!
- Y tú, diciéndome que toda esa pena era por mí -le dijo enfadada.
-¡¡¡El mundo debe haberse vuelto loco!!! -exclamó Richard.- ¿Y cómo era?
-¿El beso?
-No, el anillo, niña, el anillo que yo pa horrores ya tengo las pelis de miedo.
Estando a la puerta del piso de Gonzalo, empezaron a flaquearle las fuerzas. Tal vez no era buena idea. Después de todo, era Gonzalo.
Estaba decidiendo si llamar o no, cuando la puerta se abrió dándole un susto de muerte. Era Gonzalo.
-¡Bea!
-Gonzalo, he hecho algo horrible.
-Estás blanca, mi vida. Entra y te prepararé algo para reanimarte.
-He roto la promesa, Gonzalo.
-¿La promesa? ¿Qué promesa, Triz? ¡No entiendo nada!
viernes, 22 de junio de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario