-Triz, pasa y hablamos -le pidió Gonzalo.
Ella dudó, lo que Gonzalo notó al primer instante. La miró, le acarició levemente la mejilla y le dijo con una sonrisa:
-No te preocupes. Estás completamente a salvo. Este lobo tiene intenciones absolutamente honestas, corazón.
Beatriz sabía que sólo Gonzalo podía entenderla en este instante, pero también había incumplido un pacto, el pacto que hicieron los dos una noche.
-¡No puedo más, Gonza!
-A ver, a ver... Ven aquí conmigo -dijo, tomándola de la mano y acomodándola en el sofá.
-¿Tienes sofá nuevo? -sonrió un momento.
-Si quiero seducirte -dijo bromeando- tendrá que ser en el sofá, porque es lo más lejos que me permitirás llevarte.
Bea sonrió. Sabía que podía confiar en él. Gonzalo le dio un beso en la frente y volvió a cogerla de las manos. Estaba invitándola a hablar.
-He visto a Álvaro -dijo, como si tuviese miedo de soltar cada una de las palabras.
-Eso es algo que no necesitas decirme.
-Lo siento, Gonza -se disculpó ella, malinterpretando sus palabras.
-No, cariño, si no es que me enfade. Sino porque ya lo adiviné al ver tu cara.
-Sé que tu y yo teníamos un pacto, que no volveríamos a verle a solas después de hablar con él, pero... Tenía que ir después de leer el editorial.
-Lo entiendo -dijo, en un tono más que comprensivo, lo que hizo que Bea se enfadase.
-¡No digas que lo entiendes! -casi le gritó.- ¡¡No quiero que lo entiendas, quiero que te enfades!!
-No puedo, Bea...triz -terminó recordando que ella le había pedido que tratase de no llamarla así hace mucho tiempo.- Ya contaba con esto, ¿sabes?
-¿Contabas con que yo fallase?
-Sería estúpido si pensara que no.
-¡Gonzalo! ¡Álvaro me besó! -le dijo, por fin.
-No lo culpó -dijo, algo menos calmado.- Yo también habría intentado hacerte recordar mis besos, mis caricias, nuestros momentos juntos....
-Pero ¿qué demonios te pasa? -le gritó indignada, dándole un fuerte manotazo.- ¿Por qué me dices cosas como esa?
-Soy realista, Triz. Te he visto adorarle desde el mismo momento en que pisaste Bulevar.
-Tú te juegas mucho, Gonzalo. Él es tu mejor amigo...
-No, Álvaro es más que mi amigo. Es mi hermano. Y por nuestro bien espero, que él aún me consideré como tal, porque hay cosas que le perdonarías a un hermano que jamás consentirías de un amigo...
-Podemos dejarlo. Sé que Álvaro es muy importante en tu vida.
-Sí, pero tú lo eres más. Álvaro se ha equivocado en muchas cosas, al igual que yo, y tú me has demostrado que hay cosas que no sólo se ven con los ojos, sino con el corazón, Beatriz. Me diste una segunda oportunidad y sé que Álvaro lo entenderá todo, con el tiempo.
-Gonzalo, ¿yo soy la culpable de que hables así, con el corazón?
-¡Tú, Beatriz, me has salvado! -bromeó un poco.- ¡¡Mi Santa Beatriz, Patrona de los Pichardines Arrepentidos!!
-¿De verdad crees que esto saldrá bien?
-Claro. Yo quiero seguir adelante, Triz, y si tu quieres...
-¡Me das miedo, Gonza, pero quiero!
-Entonces, ¿qué problema hay?
-Que rompí la promesa -dijo, mirando al anillo de su mano, que aún reposaba en las de Gonza.
-No importa, Beatriz, ahora estás aquí, conmigo -dijo, besándole las manos.- Y saldremos adelante.
-Si te digo algo, ¿no te enfadarás?
-Pruébame a ver -dijo Gonzalo con una sonrisa.- Pero si lo de besar a Álvaro he podido resistirlo...
-Cuando venía hacía aquí, tenía la intención de acabar con todo, pero... Ahora que hablo contigo, me doy cuenta de que hubiese sido una...
-¿Tontería? -dijo bromeando de nuevo.
-Es que, mal que me pese, y no te enfades Gonzalo -dijo haciendo una pausa.- Álvaro aún tiene cierto poder sobre mí.
Gonzalo suspiró profundamente. Claro que había contado con los daños colaterales que los encantos de Álvaro pudiesen tener sobre sus planes con Bea, pero... Oírla era algo muy distinto. Ahora sufría por los dos. Porque aún conservaba ciertos sentimientos hacia Álvaro y porque ahora entraban en conflicto con lo que sentía o empezaba a sentir por él. No debía presionarla. Sólo dejarla tomar sus propias decisiones.
-¿No estarás pensando en montarle una escenita a Álvaro? -le preguntó Bea, contrariada por el largo rato que había permanecido en silencio.
-¿Y demostrarle que nos ha afectado? ¡No, cariño! Mañana vuelves a Bulevar, con cualquier excusa y los tratas como la Gran Reina del Hielo que sé que puedes fingir ser.
-¡Ojalá yo estuviera tan segura de mí como lo estás tú!
En Bulevar, las chicas aún deliberaba. Era fuerte,¡qué fuerte! ¡Muy fuerte! descubrir que Beatriz tenía encandilados a los dos solteros más codiciados de todo Madrid.
-Cayetana está más leona que nunca -se rió Chusa.
-Pos, chica, no me extraña -le dijo Elena.- Con la tirria que le tiene a la pobre Bea y que se haya camelao no sólo al alelao del Álvaro sino que también a su compinche.
-Es que -comenzó Jimena- las mujeres de verdad tenemos nuestro encanto.
-Gonzalo y Álvaro detrás de la misma mujer -repitió Marga, sin creerlo.- Yo, a mis años, pensé que ya había visto de todo en esta revista. ¿Quién lo hubiera dicho?
-Y que esa mujer sea Bea -siguió Chusa - de quien se han burlado sin compasión día sí día también...
-Yo lo del Alvarito casi lo puedo llegar a entender -explicó Elena- porque eso de estar juntos tol día, tu sabes el roce hace el cariño, y ha sacao la cara muchas veces por él, en fin... Que del agradecimiento al amor no hay más que dos pasos. Pero el Bala perdía de Gonzalo... ¡¡Virgen de la Fuensanta!!!
-Y que parece enamorao de verdad, Elena -terminó Jimena-, porque las cosas tan bonitas que dijo sobre Bea en el despacho... ¡¡¡Vamos, que Gonzalo ha subió pa mi dieciocho peldaños de una vez y casi lo tengo en un pedestal!!!!
-Sí, es verdad -siguió Marga.- Conozco yo a este par desde hace mucho y jamás los vi discutir por una mujer o defenderla con tanta vehemencia.
-Pos a mi lo que más me preocupa -intervino Benito- es este ambiente de crispación de todos con todos porque, ¿sabéis qué?, al final lo terminamos pagando los "curritos" de toa la vida, niñas. Que de esta situación al despido general hay un sólo un paso... Y el primero de la lista... El pobre becario y sus doscientos cuarenta míseros euros.
-¡¡¡¡Benito!!! -le gritaron todas.
-¡Ay, Benito, hijo! ¡Que te gusta hacerte la sangre gorda! -le dijo Elena.- ¡Anda, vamos parriba!
Mientras tanto, Álvaro sabía dónde encontrar a Bea. Conociéndola, se sentiría tan culpable por aquel beso que no tardaría en confesárselo a Gonzalo. Y él ya contaba con eso cuando la besó. Sabía perfectamente que Gonzalo, el Gonzalo que él conocía, jamás permitiría que algo que él consideraba suyo le fuese arrebatado por otro hombre, pero tampoco podría evitar la desgana, al saber que su bien preciada e idealizada Bea lo había decepcionado.
Y él estaría abajo, en el portal, esperando para consolarla.....
sábado, 23 de junio de 2007
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