lunes, 18 de junio de 2007

Capitulo 8: Visitas

Habían pasado un par de semanas desde la sorprendente noticia a Álvaro y éste dudaba si llamar o no a Beatriz. Hacer un último intento. Lo había visto con sus propios ojos: Gonzalo y Beatriz juntos. Pero su corazón era testarudo y se negaba a darse por vencido.
Se echó en la cama y marcó el número de Bea miles de veces pero no conseguía hacer la llamada. Por fin encontró el valor suficiente:
-¿Dígame?
-Beatriz -su voz temblaba sólo con escucharla.
-¿Álvaro?
-¡No digas nada, Bea! Sólo... sólo escúchame. Yo sé que no he sido el hombre más perfecto, sé que no he sabido demostrarte lo mucho que te amo, sé que te he tratado de manera vil, he sido cruel y mezquino contigo... Pero ahora lo estoy pagando, Beatriz. Estar enamorado de tí, saber lo que es tenerte, sentir tus besos, tus miradas, hacerte sonreír... y luego perderte es como un castigo divino.
-Triz -sonó una voz al fondo. Era Gonzalo.- Estoy llamando al servicio de habitaciones, ¿quieres algo para cenar?
-No -contestó.- Pide lo que tú quieras.
-¿Está él ahí contigo? -le preguntó la voz al otro lado del teléfono.
-Sí.
-¿Le quieres, Bea? ¿Tanto como a mí?
-¡Álvaro, no te hagas esto, por favor! No pretendemos hacerte daño, pero hay ocasiones en las que no puedes evitar...
-¿Qué hizo, Bea? ¿Qué pudo decirte para que cambiaras de opinión tan radicalmente?
-Me escuchó, Álvaro. Me abrió el corazón, me dijo lo que necesitaba oír e hizo lo que necesité que hiciera. Prometió ser sincero y hasta ahora lo ha cumplido. Cuida de mí y, sobre todo, no me oculta como si fuese algo de lo que avergonzarse.
-Yo jamás te oculté.
-No quiero hablar de eso ahora, pero sabes que no es verdad.
-Bea, dame otra oportunidad, por favor.
-Voy a colgar, Álvaro. Gonzalo viene hacia aquí.
-Beatriz, por favor.
-Buenas noches.

Álvaro quería morirse. Beatriz no pensaba ya en él. No recordaba sus palabras de amor, no añoraba sus besos ni sus caricias... Ahora había otro hombre en su vida.
Llamaron a la puerta y Álvaro maldijo su suerte. A estas horas, siempre solía ser Gonzalo buscando un sitio donde comer, pero esa posibilidad ya no existía. Gonzalo estaba en el lugar donde debía encontrarse él. Al lado de Beatriz.
Abrió la puerta y lo que vio le provoco dolor de cabeza al instante.
-Mamá, ¿te has fijado en la hora qué es? No son horas de visita.
-Esto no es una visita -dijo, aún en la puerta, Titina. - Soy tu madre. ¿Vas a dejarme pasar o no?
-Adelante -dijo, abriéndole paso.- ¿Y papá?
-Durmiendo en casa. Al parecer, él no cree que tengas un problema.
-Y tiene razón. No lo tengo.
-¡Mira, hijo! Yo te parí,¿sabes? Y es normal que no lo recuerdes, pero fueron 10 horas de doloroso parto. Creo que te conozco mejor de lo que puedas creer.
-A ver, mamá, cómo tengo que decirte que estoy bien.
-Y lo de Gonzalo hace unas semanas y el destrozo del despacho y la desgana son imaginaciones mías, ¿no?
-Eso fue un error. Tuve un mal día.
-Álvaro, no me torees que yo no soy la boba de tu secretaria, ¿eh?
-Mira, no quería decirte esto para no hacerte daño, pero acabas de pisotear mi buena voluntad con tu última frase, así que siéntate y prepárate a escuchar esto por muy poco que guste.

Volvieron a llamar a la puerta. Álvaro se quedó petrificado.
-Pero, bueno, ¿esto qué es?

Abrió la puerta y lo que vio le sorprendió aún más. El 112 al completo.
-¡Chicas!
-¡Oye, y yo, qué! -se quejó Benito.
-¡Calla, Benito, calla! -pidió Elena.- ¡Buenas noches, Álvaro! Entendemos que estas son unas hora un tanto intempestivas pa venir a hacer una visita pero es que.... Estamos en un sinvivir y pensamos que tal vez tú sabrías algo.
-No entiendo ni una palabra -admitió Álvaro.
-Yo tampoco, que conste -contestó Benito.- Pero a ver quién es el guapo que se niega a acompañarlas.
-Necesitábamos protección -informó Chusa.
-¡Amos qué yo! Menuda pieza tenía que ser el caco pa meterse con alguna de ustedes, mucho menos con las cinco a la vez.
-Bueno, al kit de la cuestión, nenas, que nos dispersamos y no terminamos nunca -riño Elena.- Tamos preocupas por Bea.
-Pues lamento no poder ayudaros al respecto -mintió Álvaro.
-Pero Bea y tú, Álvaro, siempre habéis tenido muy buena relación -recordó Chusa.- Y pensamos que tal vez tú sabrías dónde está y qué esta pasando con ella.
-Se me acaba de ocurrir algo, pasad.

Las del 112 se quedaron a cuadros cuando Álvaro les pidió que entrasen.
-¡Qué buen gusto! Me encanta el color de los mueble. Estupendo todo combinao -comentó Elena.
-Y la cocina, preciosa -siguió Chusa.
-¡Que limpio todo, por dios! -continuo Marga.
-Chicas, dejad el marujeo para otra ocasión y saludad a doña Titina -pidió Benito.

Todos se quedaron con la cara blanca. No entendían que hacían allí si Álvaro tenía a su madre de visita.
-Sentaos, por favor. Tengo algo importante que deciros.
Tomaron asiento y se dispusieron a escuchar a Álvaro.
-Nos va despedir en bloque -susurró Benito a las chicas.- Os advertí que no era una buena idea venir a molestar al jefe a estas horas.
-¡No seas rajao, Benito! -le espetó Jimena.

Álvaro daba vueltas arriba y abajo alrededor de la mesa, eligiendo las palabras adecuadas.
-Vale... Vosotros sois las mejores amigas de Bea -comenzó Álvaro.- O al menos las únicas que conozco a parte de Santi. Y tú -siguió dirigiéndose a Titina- eres mi madre, la mujer que pasó diez horas de parto para traerme al mundo, pero tal vez no me conozcas tan bien como crees. Sois las personas adecuadas para lo que pretendo hacer, mi punto de partida...
>>He encontrado a alguien especial en mi vida, alguien que me conoce de pies a cabeza, que me hace sentir completo, que sabe de mis esperanzas y mis sueños, que acepta sin condiciones tal y como soy, que no se ríe de mí cuando le digo que sueño recorrer el mundo en un barco. Una persona que me ha abierto los ojos al amor, que me mira y me hace desear ser mejor persona, que me sonríe y me regala el mundo, que es leal hasta el extremo, que me apoya incondicionalmente y que me canta las verdades a la cara...
Alguién a quien he perdido por no hacer lo que estoy haciendo ahora. Decirle al mundo lo mucho que la amo.

A estas alturas del partido, las de 112 ya lloraban, Benito se esforzaba en mantenerse entero y Titina no entendía nada.
-¿Has roto con Cayetana, hijo?
-Con Cayetana rompí hace mucho, mamá. La mujer de la que habló, esa mujer de la que estoy enamorado es Bea.
-¡¡¡¡BEA!!! -gritaron todos a coro, Titina incluida.
-Bea, mi niña Bea, mi ángel guardián. La amo como jamás pensé que se podía amar a alguien.
-¿Beatriz, la secretaria? -quiso confirmar Titina.
-Sí, mamá. Beatriz.
-¡Ay, Dios! -dijo Titina. Y acto seguido, se desmayo.

Las chicas se levantaron corriendo para ayudarla. Elena se acercó a ella y comenzó a abanicarla con uno de los pañuelos que les habían servido durante el emotivo discurso.
-¡Estupendo! Acabamos de matar a la esTitirada. De esta no hay quién nos salve -dijo Benito. Jimena le dio un codazo para recordarle que el hijo de la esTitirada seguía presente.- ¡Ay, mare mía, mare mía, que acabo de arreglarlo!

No hay comentarios: