martes, 26 de junio de 2007

Capitulo 19: Planes, planes, planes

-Álvaro, sé que piensas que no te apoyo lo suficiente como padre -comenzó Francisco-, y tal vez no dejes de tener razón. Por eso quiero que sepas que me tienes a tu lado para lo que pueda servirte.
-No te entiendo, papá. ¿Quieres ayudarme a qué? ¡Ya perdí Bulevar!
-No hablo de Bulevar, hijo, hablo de algo que para mí es infinitamente más importante.
-Hasta donde yo sé -dijo Álvaro, no sin sentir cierto dolor.- Bulevar ha sido, es y será lo más importante en tu vida.
-Hablo de tu felicidad, Álvaro. Eres mi hijo y mi prioridad es que seas feliz. Si tu felicidad se llama Beatriz Pérez Pinzón, pues bienvenida a la familia.
-Pero, mamá...-iba a comenzar Álvaro.
-Tu madre es un poco...
-¿Clasista? -le sugirió Álvaro.
-Tiene buen fondo, hijo. Cuando compruebe cuán feliz te hace, Bea, no tendrá ninguna duda acerca de ella.
-¡¡Ojalá y Dios te escuche!!
-Bueno, ¿y qué vamos a hacer para recuperar a esa nueva nuera mía tan escurridiza?-bromeó Francisco.
-No tengo ni idea.

Las niñas del 112 estaban decididas. Sabían perfectamente de parte de quién estaban, aunque Jimena aún tenía sus dudas. Gonzalo la tenía completamente conquistada.
-Bueno, ¿y qué hacemos para dejar al par de tórtolos solitos y que puedan hablar? -preguntó Marga.
-Lo del ascensor, desde luego, no. Que la pobre Bea va a cogerle manía -dijo Chusa.
-O gusto, según se mire -sugirió Jimena.- Pero yo voto porque la dejemos un rato tranquila.
-Por fin alguien con sentido común... Chicas, dejemos el mundo como está y no revolucionemos al personal más de lo que ya está -se quejó Benito.-, que de estás Richard se hace un abanico con las tirillas de mi pellejo.
-Pero, bueno, Benito... ¿Dónde se ha quedado tu espíritu de aventura? -le criticó Marga.- ¿No te gustaría ayudar a alguien a reencontrarse con el amor de su vida?
-Marga, los doscientoscuarentaeuristas carecemos de espíritu aventurero... Sobrevivir con ese sueldo todos los meses ya es una aventura en sí misma -le respondió.
-¡Anda, Benito! ¡Que eres el tío más.... rajao que conoció este mundo! -le dijo Jimena.
-¿Tú no querías que Bea se diera una oportunidad con Gonzalo? -le criticó el becario.
-Me lo he pensao mejor. Si Bea lo suelta, a lo mejor lo pilló yo... Ahora que tiene la mirada limpia, más allá del esclavo 90-60-90.
-¡¡¡Jimena!!! -gritaron todas a coro.
-Es que me da que Gonzalo tiene su punto, chicas... Si no, a ver por qué tanto éxito entre las de nuestro género. Y a mí, me gustaría probar un poco de eso -terminó, dando un lametón a la cucharilla del café de lo más sugerente.
-¡Me voy, niñas! -exclamó el becario.- Ya he oído más que suficiente.
-¡Ande vas, alma cándida! -le gritó Elena, cogiéndolo de la camiseta.- Tú, te vas a encargar de Gonzalo.
-Pero... Pero... -intentó quejarse.
-¡Pero nada! -sentenció Elena.- Si Gonzalo aparece, tú como una lapa. ¡Ahí, a la yugular!
-¿Quieres que lo estrangule?
-No, Benito hijo, no -le calmó Chusa.- Se refiere a que no lo dejes ni a sol ni a sombra, que no tenga oportunidad de acercarse al despacho de Álvaro. Elena y yo estaremos pendientes y, cuando los dos estén dentro...
-¡Zas! -gritó Elena, asustando a más de uno.- Encerraos a cal y canto y con las guardianas en la puerta.
-Ahora sólo nos queda -siguió Marga- que Alvarito sea espabilao por una vez en su vida y aproveche la oportunidad.

Titina, por su parte, no pensaba quedarse de brazos cruzados. Su hijo no podía estar enamorado de la secretaria esa de pacotilla.
Lo había oído de su propia boca, le había amenazado directamente, pero... Eso sería demencia transitoria. A veces ocurre, tras una fuerte emoción. Y bien es cierto que Álvaro no había llevado una vida tranquila últimamente.
Iba a poner las cosas en su sitio, así le costase la vida. Entró en el despacho de Cayetana y no le gustó mucho lo que vio.
-¡Diego!
-Buenas tardes, Titina -dijo Diego, levantándose de la silla en la que estaba perfectamente acomodado para saludarla.
-¿Qué haces aquí?
-Esperando a mi hermana. Quería invitarla a comer, tenemos algunos asuntos pendientes que tratar.
-Creo que se te ha hecho un poco tarde, Diego -dijo, observando el reloj. Marcaba las cinco menos diez.
-Sí -dijo, confirmándolo con el suyo propio.- No cabe duda que mi hermana Cayetana se está viendo influenciada por las malas costumbres que abundan en esta revista. A veces creo que la única persona que trabajaba realmente en esta empresa era esa chacha, Sonsoles.
-¡Increíble que esa mujer dirija esta revista! -exclamó indignada.
-Pues no lo hace tan mal, mi querida Titina -reconoció Diego.- Aunque tampoco era muy difícil superar la gestión de tu hijo.
-¡No consiento que insultes a Álvaro en mi presencia!
-Sé que eres su madre, pero la pasión no quita el conocimiento. Estoy seguro de que Álvaro es el hijo que toda madre desea, pero desde luego no es el director con el que una revista soñaría.
-¡Eres un amargado, Diego, y siempre lo serás! No importa si algún día consigues Bulevar o no, porque siempre habrá algo que te haga infeliz...

Con semejante desplante, Titina salió del despacho de Cayetana y olvidó por un momento su maléfico plan para hundir a Bea, o mejor dicho, a Álvaro.

En otra parte de la ciudad, Gonzalo y Bea convirtieron ese almuerzo en una larga, larguísima tarde de charla. El móvil de Bea tenía mil llamadas perdidas, todas ellas de la única persona que podía tener tal desesperación en encontrarla.
-Bueno, ¿y mañana qué? -le preguntó Bea a Gonzalo -porque está claro que quiere hablar conmigo -terminó haciendo referencia al móvil que no dejaba de agitarse sobre la mesa.
-Mañana, más leña al fuego, preciosa -le dijo con una sonrisa maliciosa.
-Gonzalo, no sé si voy a ser tan fuerte....
-Me lo has prometido, ¿recuerdas? Estamos juntos en esto.
-Lo intentaré.
-No, no lo intentes -le dijo Gonzalo, muy serio.- Tienes que ir con mente ganadora, Bea...triz, porque si no, te pondrá su carita de niño bueno y su brillante sonrisa y estarás perdida.
-Ya estoy perdida, Gonzalo, y tu lo sabes.
-Ya. Yo lo sé, tú lo sabes,... Pero él no. Y no puede saberlo.
Todavía.
-Es que estoy preocupada por él y por tí...
-¿Por mí? -repitió Gonzalo, sin dejar de sorprenderse.
-Me preocupa que hayamos llevado esto demasiado lejos y tú...
-¿Que sienta algo por tí? ¿Algo real, quieres decir?

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