Bea no sabía muy bien qué hacer, ni qué sentir. La verdad es que siendo sincera consigo misma el editorial de Álvaro le había llegado al alma. No sólo por las palabras en sí, sino por el esfuerzo que sabía le habían costado. Primero, reconocer sus sentimientos y, después, ponerlos por escrito y lanzarlos al mundo.... Especialmente cuando su historia de amor se desarrolló en el más absoluto de los secretos.
Álvaro era apocado, inseguro, falto de ímpetu, con fachada de líder pero corazón pacífico, dulce y tierno cuando se lo permitían y te miraba de una forma en la que sabías que te hablaba con los ojos. Y los ojos de Álvaro decían Te quiero con toda el alma cada vez que la miraban a ella. Aunque ella jamás lo admitiese delante de él.
En cambio, Gonzalo... Gonzalo engañaba a primera vista. Su porte de donjuán, su sonrisa picarona y esa manía de no hablar nunca completamente en serio le dan la imagen de un ser frívolo, carente de valores y que no buscaba otra cosa más que su propia satisfacción personal. Gonzalo era más que eso. Escondía tanto que el día que decidiese sacarlo a la luz, alguna encantadora señorita maldeciría no haber aprovechado la ocasión cuando estuvo a tiempo.
Álvaro le había mentido y mucho durante su relación, pero a quién más engañó fue a sí mismo. Porque la amaba, tal vez antes incluso de esa noche del cobertizo, tal vez antes de ese beso robado en el ascensor... En el viaje a Oropesa, cuando paseaban por la playa (ahora se sentía como una tonta por recordarlo como algo especial), cuando su mano se unió a la de Álvaro; o ante la Boca de la Veritá, cuando él le dijo que era la mujer más importante de su vida (claro que, en ese momento, las razones eran otras)...
¡Álvaro!
¿Cuándo su mente dejaría de provocar un estremecimiento general con sólo pronunciar ese nombre? ¿Podría una sola persona recordarte el momento más hermoso y el más horrible de tu vida?
Ella era la prueba evidente de que sí.
Ahora le tocaba hacer frente a la situación, luchar juntos, le había dicho Gonzalo. Somos un equipo y tenemos un objetivo. Pero esa carta le había hecho ver que, quizás, ella no tenía su objetivo tan claro como pensó en un primer momento.
Tenía que hablar con Álvaro. Tenía que poner muchas cosas en claro. Tal vez incluso hablar con los dos a la vez, para evitar que una amistad como aquella, lleno de afecto fraternal, se rompiese por su causa.
Si había llegado a conocer un poco a Gonzalo, y daba por seguro que sí, ahora estaría en Bulevar recriminándole a Álvaro algo que, de tratarse del mismo juego de siempre, el de engañar a la boba de Bea le hubiese parecido un acierto total. Pero claro, ahora jugaba en campo contrario y necesitaba echar balones fuera.
En realidad, no temía por Gonzalo. Por muy enfadado que estuviese, jamás le pondría un dedo encima a Álvaro, lo adoraba... Tanto, que esta situación lo estaba matando por dentro.
Pero Álvaro era de los de "actúa primero y piensa después". Simplemente se dejaba llevar. Por eso tenía que ir a Bulevar.
En Bulevar, las cosas no pintaban bien. Álvaro provocaba a Gonzalo para que tuvieran un enfrentamiento. A pesar de que su amigo lo tenía cogido por el cuello de la camisa y estaba prácticamente arrinconado, Gonzalo le dijo con toda calma:
-¡No voy a pegarme contigo, Álvaro! Así me partas la cabeza, no te pondré un sólo dedo encima. ¡Lo entiendes! Así que grita, zarandéame o insúltame cuanto te de la gana...
-¡No te comprendo! ¿Es que no estás furioso?
-Lo estoy y, aunque ahora mismo desearía romperte esa cara de bobo, no voy a hacerlo.
-¿Por qué?
-Porque sólo tardaría medio segundo en arrepentirme de haberlo hecho. Eres mi hermano, Álvaro, mi hermano de sangre, ¿recuerdas ese juramento?
-¡No quiero recordar! Quiero odiarte, Gonzalo, y para conseguirlo, necesito que me pegues.
-Ya te he dicho que no, así que... O me pegas de una vez o me sueltas la camisa que me la vas a hacer polvo, macho.
-Yo tampoco puedo pegarte -dijo, soltándolo después de un rato.- Pero ya no podemos ser hermanos, Gonzalo, no cuando no puedo confiar en tí. Me arrebataste a Bea.
-De acuerdo. En ese caso, me marcho -dijo, recomponiendo su camisa algo arrugada.- Sólo una cosa más: yo no te arrebaté a Bea, tú la perdiste. No se recupera al amor de tu vida sentado desde la silla de un despacho, sino buscando hasta encontrar; insistiendo hasta triunfar y triunfar siendo feliz, Álvaro.
-¿Fue lo que tú hiciste?
Gonzalo salió por la puerta del despacho, sorprendiendo a las chicas en plena sesión de escuchas ilegales.
-¡¡¡Buenaaas taaaardes!!! -las saludó en tono jocoso.- ¡Que os aproveche el cotilleo!
Lo vieron entrar en el ascensor y Jimena suspiró.
-Jamás voy a superar este momento. Nunca volveré a ver a Gonzalo de la misma forma. ¡¡¡Uhmmmm, qué hombre!!!
-¡¡¡Jimena!!! -gritaron a coro.
jueves, 21 de junio de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario