Álvaro abrió la puerta del baño y deseó no haberlo hecho. Frente a él tenía la confirmación de lo que él creyó una mentira. Bea estaba sentada encima de los lavabos con Gonzalo delante. Parecía que había estado llorando y su amigo trataba de consolarla, mientras le secaba las lágrimas y le colocaba algún que otro mechón de pelo furtivo detrás de sus diminutas orejas. Observaba la escena y se sintió mal, culpable, como un invitado de piedra.
-¿Estás bien, Triz? -casi le susurraba Gonzalo.
-No. No estoy bien. Y tú tampoco lo estás. A pesar de esa fachada de caballero andante, estás tan destrozado como yo.
-Sí -admitió, sin dejar de mirarla a los ojos.- Hoy le hemos roto el corazón a alguien que significa mucho para los dos.
-¡Ha sido con diferencia el peor día de mi vida!
-¿Peor que aquel momento de las revelaciones en el baño?
-Es mucho peor ser el causante del sufrimiento de alguien que ser la víctima. ¡¡¡Te lo puedo asegurar!!!
-¿Te arrepientes de todo esto? -preguntó Gonzalo, con gesto apesadumbrado.
-Nooo, Gonza, no pienses eso. Es sólo que me gustaría que mi felicidad no se cimentara en la desdicha de otros, y mucho menos si ese otro es Álvaro.
-Lo sé.
Gonzalo le lanza una de sus picaronas sonrisas y le dice en tono jocoso:
-Aún me dan escalofríos cuando te oigo llamarme Gonza.
-Si quieres, no lo hago -le dice ella, acercándose a su cara en un susurro.
-¡¡¡Ni se te ocurra!!! -le dice, siguiendo con la broma.- Dímelo muchas veces y así me acostumbraré. Me gusta.
Gonzalo le da un beso en la frente, le recompone el pelo un poco y le arregla el cuello de la camisa antes de levantarla en el aire, como dando una vuelta, para ayudarla a bajar.
Bea aun conserva algo de preocupación en su cara.
-Intentaré hablar con él más adelante, Bea, te lo prometo. Álvaro es una persona muy importante en mi vida y necesito que entienda que no hago esto por capricho -trató de tranquilizarla. - Anda, vamos a bajar a tomar una tilita, que buena falta nos hace.
-¿Con toda esa gente ahí esperando saber? Gonzalo, deberíamos irnos a casa.
-No, no,... Si nos vamos será peor. Además, quiero hacer un último intento con Álvaro y si me marcho ahora, tal vez no tenga el valor de volver.
Gonzalo abrió la puerta del baño para franquear el paso a Bea justo cuando Álvaro acababa de cerrar la suya. No lo habían visto.
Álvaro entró en el baño, segundos después de que la pareja saliese.
Se acercó al lavabo, abrió el grifo y se echó agua fría en la cara. Sintió como si la respiración se le cortase, como si su corazón se negase a latir a un ritmo adecuado sabiendo que tenía la confirmación de su peor pesadilla.
Gonzalo y Beatriz, su Bea.
Mientras los observaba recordó un momento parecido con Bea. En su fiesta de disfraces, cuando Bárbara le estrelló la tarta en la cara y él la acompañó al baño para ayudarla a limpiarse.
¡Había estado tan ciego! ¡Había sido un idiota, un tonto, por no reconocer el amor cuando lo tuvo delante, por no tener el valor de admitir que Beatriz era la mujer que amaba! Y ahora la había perdido, irremisiblemente. No había opción para él después de lo que había visto en el baño.
Hasta ese momento, dudaba de todo lo que le habían contado tanto uno como otro, porque le parecía demasiado precipitado todo. Bea se marchó de Bulevar hacía casi un año y Gonzalo sólo estuvo desaparecido seis meses como mucho.
¿Cómo iba Bea a perdonar a Gonzalo, creer en sus palabras, darle la oportunidad de cortejarla, enamorarse y comprometerse en sólo seis meses? Pero si alguien era capaz de hacer eso, Gonzalo era ese alguien.
Recordaba que fue él quien le aconsejó al principio cómo acercarse a Beatriz, cómo dar cada paso en aquella horrible mentira que ahora desearía fuera real,... Tal vez Gonzalo conocía mejor a Bea de lo que él mismo lo hacía. Quizás su amigo también sintiese algo por ella mucho antes de tener el valor de reconocérselo a sí mismo.
Le hervía la sangre con sólo saber que Bea podría estar en brazos de otro hombre, y el sufrimiento era mayor porque deseaba sobre todas las cosas la felicidad de Bea y el propio Gonzalo, pero seguía sintiéndose traicionado. Por los dos.
Esa lucha interna estaba a punto de desgarrarlo por dentro para siempre.
Con Álvaro en el baño, el equipo de limpieza de Bulevar 21 entró en el despacho por orden de Sonsoles y se dedico a poner un poco de orden en aquel desbarajuste.
-¡Ay, Alvarito, Alvarito! Tocado y Hundido -se dijo Sonsoles a sí misma.
-¿Tú crees, Sonsoles? -dijo, apareciendo a través de la puerta del baño.
-¡Hijo de mi vida! -se asustó la nueva jefa.- No vuelvas a hacer eso nunca más en tu vida...
-Lo siento, no pretendí asustarte.
-Álvaro, este desbarajuste es la prueba evidente de que no estás en tu mejor momento. ¡Y que conste que no te culpo! ¡Casi me dan ganas de adoptarte a tí también!
-Tú sabías que el prometido era Gonzalo, ¿verdad?
-¡Ahí te equivocas, hombretón! Porque Bea ha llevado todo esto con un hermetismo que ríete tú de las reuniones de tupperware.
-Pensaba que os lo contabais todos.
-No, vida, no. Bea y yo somos respetuosas con nuestras intimidades. Contamos lo que queremos contar. Bueno... En realidad, te estoy mintiendo un poco. Es que me da tanta penilla verte así. Bea me pidió que no dijese nada.
-Creo que se quieren de verdad.
-Bueno, todos sabemos que Gonzalo es... muy Gonzalo, pero no es mala persona. Tiene buen fondo, pero se deja llevar por esas cosas suyas y se le va la cabeza y... Bea le hará mucho bien.
-Sí.
-¡Uich! Perdóname. Tú aún superando el momento y yo venga a macharte el ego con esta historia.
-¿Puedes dejarme solo, por favor?
-Sí, claro.
Sonsoles salio del despacho de Álvaro y se llevó consigo a todo el equipo de limpieza al completo.
En la cafetería, todos estaban sentados alrededor de una mesa.
-¿Qué pasó con Álvaro al final, Bea? -preguntó Chusa.
-Sí, alma cándida -siguió Elena.- Que saliste del despacho hecha un misto y no pudimos preguntarte.
-Álvaro y yo tuvimos unas pequeñas diferencias -comentó Gonzalo, para evitarle el mal trago a Beatriz.
-Pues, muy pequeñas no debieron ser cuando casi desmonta Bulevar -insistió Jimena.
-Debemos respetar la intimidad de Álvaro y Gonzalo. Son amigos. Seguro que fue una tontería y lo arreglan enseguida -aconsejó Marga.
-¿Y lo del anillo, qué? ¿Nos lo cuentas o no? -apuntó Chusa.
-Beatriz, creo que deberíamos irnos ya -terció Gonzalo.- Si no queremos llegar tarde.
-¿Tarde? ¿A dónde vais vosotros dos? -preguntó Jimena.
-Es que Beatriz me va a ayudar con un tema del notario. Necesito que revise unos papeles de una compra de acciones y...
-Buenas tardes, chicas.
-Adiós, guapa -dijo Chusa, dándole un besito.
Gonzalo y Bea salieron del edificio en dirección al parking.
Las del 112 no se quedaron muy conformes con la explicación.
-No os parece un poco raro lo de estos dos -preguntó Elena.
-Pues no sé... Gonzalo está muy raro y Bea muy silenciosa.
-¡Anda, Chusa, que acabas de descubrir América, hija! -le espetó Elena.- Gonzalo ha sio raro toa su vida y la Bea no es famosa por dar discursos precisamente! Yo sigo diciendo que aquí hay gato encerrao.
Benito entró como una exhalación, casi sin aliento y grito:
-Chicas, chicas, chicas. ¿No os vais a creer lo que he visto?
-¡Miedo me das, Benito! -dijo Elena.
- A ver, qué te ha pasao ahora, ricitos -le pidió Jimena.
-Pos na que estaba yo con el mustang en el puesto pa ver si me hacía una rebajita en la revista de informática y en la suscripción a "El fascinante Mundo del Becario" porque con los 240€ que gano casi no me llega y pa una distracción que tiene uno no es plan...
-¡Benitooo! -gritaron todas a coro.
-¡Ah, sí! Que vaya al grano, ¿no? Pos na que me vuelvo y veo a Bea y pensé en ir a saludarla cuando al cabo de unos segundos parece Gonzalo...
-¿Yyyyy? -coinciden todas de nuevo.
-¡Benito, hijo! Abrevia -le recrimina Marga.- que a este paso me jubilo y tu todavía sigues contando.
-Pos que he visto a Gonzalo coger de la manita a Bea.
-¿Queeee? -de nuevo, las de 112 a coro.
-¡Qué fuerte! -exclama Chusa.
-¡Muy fuerte! -le siguen las demás.
domingo, 17 de junio de 2007
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