domingo, 24 de junio de 2007

Capitulo 18: El cambio de Gonzalo

Álvaro se quedó en su coche y esperó.
Pero nadie salía del portal. Había calculado el tiempo que Bea hacía que había salido de Bulevar y ya le había dado tiempo más que suficiente de llegar.
Tal vez le estuviese costando más de lo que pensaba contárselo a Gonzalo, porque Bea era muy pausada, muy diplomática... ¡¡No!! De repente recordó sus besos la primera noche. Estaba asustada, pero... ¡¡Madre de Dios!! Esa mujer que había tenido entre sus brazos no era para nada pausada, ni diplomática, era alguien que podía hacerle hervir la sangre con sólo mirarlo.
Eso le hizo pensar en Gonzalo y Beatriz juntos. El corazón se le paró. ¿Habrían pasado alguna noche juntos? Sólo contemplar esa posibilidad le desgarraba el alma.
En ese momento, sonó el móvil y Álvaro casi le produce un infarto.
-¿Dígame?
-Álvaro, hijo, ¿dónde estás? -le preguntó Francisco.
-Estoy.... Estoy resolviendo unos asuntos personales.
-Tenemos que vernos -le pidió.- Necesito hablar contigo.
-¡Ahora no es buen momento, papá!
-Pues dime cuándo porque lo que tenemos que hablar no puede esperar, hijo.
-De acuerdo -claudicó Álvaro.- Te veré en casa en un par de horas.
-¡En casa no, hijo! -se quejó Francisco.- Tu madre no nos dejaría hablar.
-Pues, en mi piso entonces. Papá, tengo que dejarte -dijo, viendo cómo Beatriz salía del portal.
Colgó el teléfono y, cuando se disponía a bajar del coche, vio que Gonzalo salía tras ella. Pensó que iban a discutir en plena calle, pero no... Ella parecía estar esperándolo. Él la tomó de la mano y se caminó con ella unos metros hasta llegar a una moto negra que estaba aparcada cerca del portal.
¿Gonzalo tenía una moto? ¡¡Desde cuándo!!

-Me dan miedo las motos, Gonza.
-¿Las motos o tener que agarrarte a mí? Beatriz, te aseguro que esa es una experiencia que muchas mujeres estarían deseosas de vivir.
-¡No lo dudo, mi donjuán particular! Pero juro que la moto me da aún más miedo.
-Mira, te voy a poner esto -dijo colocándole el casco con sumo cuidado.- Así ya está...
Cuando terminó de ajustarle la correilla, le dio en beso en la punta de la nariz y la miró fijamente.
-Soy como la Hormiga Atómica, ¿no? -bromeó Bea.
-Estás preciosa, Triz -le dijo, suavemente.
-¡¡¡Qué bien mientes, Gonzalo!!

Gonzalo cogió el otro casco de la moto e hizo el intento de ponérselo, pero los rizos escapan por un lado y otro.
-Puedes ayudarme si quieres.
-¡Oh, perdona! -le dijo ella, procurando domar los rizos rebeldes que aún se resistían.- ¡Dios! Eres como uno de esos perros de agua, todo lanosos...

Gonzalo se detuvo un momento y la miró.
-Gracias -dijo con ironía.- La próxima vez intentaré quedar a la altura de sus cumplidos, señorita Atómica.
Bea sonrió mientras proseguía domando rizos.
-Tú puedes llamarme, Hormi -le siguió el juego.- En serio, Gonzalo, deberías plantearte hacer una visitita a la peluquería.
-Beatriz, deja mis rizos como están.
-¿Te da miedo que te pase como a Sansón y pierdas tu fuerza?
-Yo ya perdí mi fuerza y los papeles por una mujer... Y no se llama Dalila precisamente.

Beatriz se acercó a él y le dio, o al menos lo intentó, un beso en la cara, pero sus gafas chocaron con el casco y terminaron a risa limpia.
-¿Y eso? -le dijo Gonzalo.
-Porque eres un buen tío y una mejor persona, Gonzalo... Aunque haya tardado en darme cuenta.
-Bueno,... -respondió Gonzalo, sonrojándose.- Yo no te lo puse fácil tampoco.
-¿Te pones colorado? ¿Tú, Gonzalo el seductor? ¿Por un beso de Bea, la mosquita muerta?
-Sí,... aunque parezca mentira me pongo colorado cuando me miras -Gonzalo guardó silencio.- ¿Eso es la letra de una canción?
-Me temo que sí -dijo Bea, riendo.
-Anda, sube y vámonos a comer. Como sigamos así, termino cantando el Aserejé.

Gonzalo se subió en la moto y arrancó. Bea lo siguió, acomodándose en el asiento y apretándose contra Gonzalo con todas tus fuerzas.
-Triz, como te sigas apretando así y colocando la mano ahí, no vamos a tener más remedio que subir arriba y estrenar ese sofá.
-Lo siento, Gonza.
-No te disculpes, a mí me encanta, pero... Sólo quería avisarte con qué estabas jugando.

Acto seguido, la moto se puso en marcha y los dos desaparecieron.

Álvaro se quedó sentado durante media hora más. No podía creer lo que habían visto sus ojos. El jugueteo con el casco casi había terminado con él, pero cuando Bea se subió a la moto y sus brazos... ¡¡¡Dios!!! Y esa mirada que Gonza le había echado a Bea era puro... Reconocía esa mirada porque es como Beatriz lo hacía sentir todo el tiempo, cuando la tenía a su lado. Deseaba que el mundo desapareciese y sólo estuvieran ellos dos.

En realidad, lo que más le preocupaba es que él no debería estar solo en ese coche. Había venido con un propósito pero todo se había ido al traste.
Estaba tan seguro de que Beatriz le había correspondido a ese beso, tan seguro. Había sentido cómo sus labios se aferraban a los de él, cómo luchaba contra sí misma para no poner el alma en ese beso... ¿Cómo era posible?
Tal vez no se lo hubiese contado a Gonzalo, por eso su amigo se las prometía tan felices.
Pero no. Eso no era propio de Bea. Entonces, la única opción posible es que él la hubiese perdonado. Pero eso tampoco era propio de Gonzalo...
Se sintió más asustado. Si Gonzalo había cambiado hasta tal punto, tal vez su amor por Bea era real y... Y había sabido ganarse a Beatriz, su Beatriz, en pocos meses.
Su amigo no era el hombre más romántico y detallista del universo, tenía labia, pero el romance no era su fuerte. Lo suyo era conspirar, inventar, maquinar.... Pero nunca dejaba al descubierto sus verdaderos sentimientos, ni siquiera con él. Sin embargo con Bea... Con Bea todo era diferente. Recordó las palabras que le dijo en el despacho, la pasión con la que había defendido sus sentimientos, el anillo en la mano de su secretaria, ¡¡tenía una moto y él no lo sabía!! Gonzalo había cambiado. Y puede que con ese cambio le estuviese ganando la partida.

Puso en marchar el vehículo y se dirigió a su apartamento. Acababa de recordar que había quedado con su padre.

Cuando llegó a casa y abrió la puerta, su padre ya estaba dentro.
-¿Cómo has entrado?
-El portero -le aclaró.- ¿Te encuentras mal, hijo? ¿Tienes mala cara?
-No he tenido mi mejor día, papá. Así que dime, ¿qué es eso tan importante de lo que tenemos que hablar y de lo que mamá no puede enterarse?
-Tu madre lo sabe. Es más ella me lo dijo, pero... No me hubiera dejado meter baza.
-¿A qué te refieres? -le preguntó Álvaro intrigado.
-El asunto ese que corre por Bulevar sobre tu secretaria y tu...
-Papá, no te unas a mi pesadilla, por favor -le rogó.
-Sólo quiero saber si hay algo entre vosotros.
-Amo a Beatriz, papá, como pensé que no se podía amar a nadie.
-Entonces, ¿es cierto?
-Si has venido a amenazarme tú también, te diré que no me importa. Además, después de lo que acabo de ver... Es probable que haya perdido a Beatriz definitivamente.

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