martes, 3 de julio de 2007

Capitulo 24: Una mañana agitada en Bulevar

La mañana siguiente no comenzó bien para Álvaro. Una mañana como aquella no podía acarrear nada bueno si, al entrar en tu despacho, el que se había convertido en tu santuario últimamente, te encuentras a Diego De la Vega comódamente instalado desde el sofá
-¡Buenos días, Álvarito! -le saludó, con ¿una sonrisa?, se preguntó Álvaro ante aquella mueca extraña.
-Diego, esto se está convirtiendo en una costumbre de lo más molesta. ¿Te importaría ir a incondiar a otro aunque sólo fuera unos segundos?
-Es que necesito que me confirmes algo, y sólo tu puedes hacerlo.
Álvaro respiró y pensó que no estaría mal darle tregua a su relación con Diego. Ya había perdido demasiado en aquel tiempo: Beatriz, Gonzalo, su madre, Cayetana... Diego de la Vega sería el colmo a aquella racha de mala suerte.
-¿Qué quieres, Diego?
-Saber cuándo te casas -le dijo, pero a continuación soltó una de sus sonrisas y remató la frase-: ¡Ah, no! Si el que se casa es Gonzalo, tu escudero... Y con tu fiel secretaria, Beatriz Pérez Pinzón.
-¡Tú no cambiarás nunca, Diego! ¡Que te gusta ahí, a meter cizaña!
-Entonces, ¿es cierto? -rió con una carcajada limpia.- Y todo ese númerito no te ha servido de nada...
-Te pido, por favor, que te marches -le dijo Álvaro.
-No te preocupes, mi querido ex-director, ya he visto todo lo que tenía que ver aquí.
Diego se levantó tranquilamente del sofá y salió caminando sin pausa pero sin prisa y dejando a Álvaro sólo en su despacho.
-En cuanto a esa boda, aún no se ha dicho la última palabra -se dijo, para darse ánimos.
Las chicas estaban preparando la estrategia a seguir. Estaban seguras de que Bea llegaría de un momento a otro. Chusa la había llamado para invitarla a tomar algo y para que charlaran más detenidamente de todo el asunto de su compromiso, que ya era vox populi en Bulevar 21.
-¡Mu bien, chicas! -comenzó Elena.- ¡Amos a ver! La Jime la colocamos a pie de ascensor con la llave de seguridad en la mano y, en cuanto salgan los dos, entretetiene a Gonzalo, lo empuja pa dentro y llave al canto.
-¿Que yo empuje a Gonzalo? -repitió la otra.
-¡Hija, Jimena! ¡Que tu puedes! -la animó Chusa.
-Bueno, Chusa y yo esperamos en la puerta y en cuanto los pajaritos estén en el nido, ¡Zas! echamos el candao y a esperar.
-¿Y yo qué? -se quejó Benito.
-Pos tú, Benito, ná... Como siempre andas zascandileando, diciendo que te metemos en tos los fregaos, pos como que pensé dejarte esta vez fuera de la estrategia, vamos -le explicó Elena.
-Desde luego, chicas, yo no sé de qué me sirve ser miembro honorario del 112, porque a las mínimas de cambio... -se quejó Benito.
-¡Que no, tonto! -lo interrumpió Elena.- ¡¡Ay, alma de cántaro!! ¿Cómo me iba yo a olvidar de esos ricitos? -le dijo a la par que le pellizcaba los cachetes cual abuela.
-Tú te ocupas de la parte técnica, Benito, ningún teléfono, ninguna llamada tiene que entrar en ese despacho, ni una visita... Nada.
-¡Ok, niñas! Eso está hecho.
-Ya tengo a Marga vigilando la puerta. En cuanto, aparezcan, te avisará Chusa.
-¡Pues, Diego iba para abajo! ¡A ver si el cara acelga nos agua el plan! -replicó Chusa.
-No te preocupes.... Si hay alguien que domine a Diego, ésa es Marga.
Por otra parte, Francisco había prometido ayudar a su hijo. Y lo iba a hacer. Llamó a Gonzalo a primera hora de la mañana para ver si podía quedar a desayunar con él.
-Lo siento, Francisco, pero hoy tengo algo importante que resolver en Bulevar. Si quieres, nos vemos allí a la hora de comer y charlamos.
-De acuerdo, hijo, pero tenía ganas de charlar contigo, saber de tí... Álvaro estaba muy preocupado.
-Estoy bien, Francisco, feliz y contento... Pero quedamos pendiente de esa comida que no quiero yo ser causante de tus preocupaciones -dijo en tono de broma.
-Estupendo. ¿Qué te parece a las dos y media en el Luxury?
-Dos y media me va bien.
-Pues,... Nos vemos.
-Dale besos a Titina de mi parte.
-Seguro. Hasta luego, Gonzalo.
-Adiós, Francisco, Adios.
La cara de Gonzalo no tenía precio. Estaba tan extrañado de aquella llamada, que fue Beatriz quien tuvo que dar el primer paso y preguntar.
-¿Francisco Aguilar? –le dijo.
-Sí… ¿No es extraño?
-¿Qué quería?
-Comer conmigo –le dijo, aún un tanto asombrado.- En realidad, desayunar pero le dije que tenía que resolver algo y… ¿Estás lista?
-¿Para ir a Bulevar y volver a ver a Álvaro? ¡NO! –bromeó.- Pero no tengo alternativa, ¿verdad?
-Si quieres recuperarlo… -la tanteó.
-¡Claro que quiero, Gonzalo! Pero me muero de miedo.
- Conmigo al lado, no tienes nada que tener, muñeca –le dijo con una voz algo engolada, tipo ganster serie B.
Beatriz no estaba muy segura, pero se puso en camino. Esta vez tomaron un taxi porque Bea le aseguró que no resistiría un paseo en moto y un encuentro con Álvaro con apenas quince minutos de diferencia.
Llegaron a la puerta de Bulevar y, justo antes de entrar, Beatriz tomó a Gonzalo de la mano. Él miró primero hacia abajo y luego a ella a los ojos.
-Si digo alguna tontería, por favor, apriétame la mano hasta cortarme la circulación –le rogó Bea.
-El día que de tus labios salga la primera tontería, se acabará el mundo tal y como lo conocemos –le contestó Gonzalo, tratando de animarla.
-Lo digo en serio, Gonzalo… Ese hombre hace estragos en mi concentración, en mi vocabulario y en otras cosas que no te interesan.
-¡Vaya! –se quejó de guasa.- Siempre guardándote los detallitos más interesantes. ¡Vamos allá!
-Sí –afirmó suspirando y cerrando los ojos mientras daba el primer paso.
Los entraron, no diremos que con paso firme, pero sí unidos por las puertas de Bulevar. Barbara seguía en la recepción, en su particular lucha con la centralita, que de momento parecía ir ganándole la batalla.
-¡¡¡¡Uy, Gonza!!!! –le gritó.- ¡Ten cuidado!! Llevas un frikimonster pegado en la mano.
-¡Buenos días a ti también, Barbara! –la saludó Bea.
- Triz, cariño, ¿por qué no vas cogiendo una mesa? –le dijo Gonzalo, al tiempo que besaba la mano que sostenía en la suya.- Estaré contigo enseguida.
-De acuerdo –le dijo Bea, devolviéndole el gesto con un leve roce en su barba de tres días sin afeitar.
Barbara se quedó con la boca abierta. Caye le había contado algo, pero ella creyó no haberla entendido. Ahora lo veía claro. Tal vez Barbara no se expresaba bien, pero su cabeza “pensaba” a toda mecha:
>>Era verdad. ¡¡La fea estaba comprometida con Gonzalo!!! Había visto el anillo (por cierto, pedazo de anillo) cuando Gonza (puagh) le besó la mano. ¿Qué estaba pasando en Bulevar? ¿La rebelión de las clases bajas? ¿Las feas al poder? Primero, la chaca directora; luego, Chusa le quita su puesto de secretaria de dirección y ahora, Bea. ¡¡¡Con Gonzalo!!! Gonzalo, el azote de las mujeres, el donjuan del siglo XXI, el seductor impenitente, el pichardin indomable… ¡Vencido! ¡Comprometido y, según circulaban los rumores, muy pronto casado!
El mundo debía haberse vuelto loco. La fea con un anillo de diamantes y ella ni una misera fruslería que adornase su esbelto cuello y realzase su dorada cabellera….
De repente, algo o alguien la sacó de su nube. Sonsoles llevaba un buen rato llamándola.
-¡Bárbara, hija de mi vida! ¡Más tonta y nace botija!
-Oye, chorichacha, el hecho de que seas la jefaza aquí no significa que puedas explosionarnos como si fueras un padrasto de tres al cuarto…
- “Extorsionarnos”, Barbara, que eres más corta que la novia de Chicho Terremonto. Y no es “padrastro” si no padrino,…
-Bueno, lo que sea…. ¿Qué quieres, que tengo trabajo?
-Como querer, querer, querría que desaparecieras del mapa… Pero de momento tendré que conformarme con que me des los mensajes de mis llamadas, con faltas de ortografía incluidas.
-Yo no tengo falta de ortografías ninguna, para que lo sepas.
-Ya, y yo no he fregao un baño en mi vida, no te digo la rubia… ¡Anda, hija, que le voy a pedir a los Reyes una cartillita de esas de Rubio pa ti entera, pa que mejores la ortografía, hija!
Sonsoles se dio media vuelta y vio a Beatriz y Gonzalo sentados en la mesa de la cafetería. Se acercó sigilosamente y los saludó, tan silenciosamente que casi los manta de un susto.
-¡Joder, Sonsoles! –exclamó Gonzalo.- Otro como ese y no lo cuento.
-Ya sé que no tengo el bello rostro de Sandra De la Vega , pero vamos… Que tampoco voy mal apañada.
-¡Buenos días, Sonsoles! –la saludó Bea.
-¡Buenos días, ricura! ¿Cómo llevas el día con este bicho –dice señalando a Gonzalo.- tol santo día adosao a tu costilla?
-Pues, bien… -le contesta con una sonrisa.- En realidad, una llega a cogerle cariño –le susurra a Sonsoles, mientras le echa un vistazo a Gonzalo.
-Es que este cuerpo y esta hechura –replica Gonzalo, poniéndose en pie y dando un pase torero- no la encuentras tu en cualquier sitio.
-¡Anda, que me haya yo levantao de la cama pa escuchar a este y a la Barbiloca ! –exclama Sonsoles- El día menos pensao me vuelvo al mocho, que era mucho más divertido, donde va a parar…. Y una cosa os digo antes de irme, porque ya voy tarde, tenerme cuidao que no he visto a las chicas en toa la mañana y están de un misterioso.
Gonzalo y Bea se despidieron de Sonsoles con una sonrisa y, mientras ésta subia en el ascensor, Marga aprovechó para avisar a las chicas que “los pajaritos” no tardarían en llegar al nido.
Gonzalo pagó el desayuno y subieron para el despacho de Álvaro, de nuevo cogidos de la mano, pero esta vez fue Gonzalo quien llevó la iniciativa.
-¿Qué vas a decirle? –le preguntó Bea.
-No lo sé –se sinceró Gonzalo mientras esperaban el ascensor.- Primero, tendré que ver su cara, para saber cómo le entró.
-No creo que esté muy receptivo.
-Pues, más le vale… Porque ésta es la prueba definitiva.
-¿De verdad es necesario, Gonzalo?
-Tú misma me lo dijiste, ¿recuerdas? Lo amabas tanto –dijo bajando la voz- que lo hubieras seguido al fin del mundo sin necesidad de engaños…
-Ya, pero yo no soy Álvaro…-le excusó.
-¿Quieres decir que no mereces que te quieran de la misma forma?
-No, no es eso, es que…-no le dio tiempo a terminar la frase.
-Tienes razón. Que Álvaro te amase de la misma forma no sería suficiente después de todo lo pasado, te mereces que te quiera con desesperación, con ansia, hasta dolerle el corazón por no poder arrancar ese amor ni poder vivir sin él…
-¡Gonzalo! –gritó Cayetana, que acababa de entrar.

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